lunes, 16 de enero de 2012

Ruta de la Cascada del Tabayón (II)

Después del descanso y el avituallamiento seguimos caminando por el interior del bosque, un lugar magnífico de buena extensión en el que los árboles pugnan derechos en su mayor parte por llegar a la luz, si bien en ocasiones sus troncos se retuercen, se entrelazan, se unen en un abrazo permanente, quien sabe si fraternal o enamorado.


Lo que realmente nos enamoró, después del paseo por el bosque cerrado, fue la lejana vista a través de los árboles de la tan ansiada cascada, que ya se intúa de fondo. Ciento cincuenta metros de caída libre del agua, que baja desdes las inmediaciones del picu del Remelende. En esa inmesidad de paraje, con la montaña rodeándonos, el gran valle que se abría ante nosotros y la ansiada Cascada del Tabayón de fondo, nos sentíamos realmente pequeños. Sin lugar a dudas un sitio para que los clientes del Rincón del bosque se sientan maravillados cuando les llevemos por allí.


Más si cabe al ver ejemplares como este, uno de los últimos de esa zona del bosque que nos despedía del mismo dejándonos ir hacia el salto de agua. Un haya de bella factura en medio de este mágico bosque, de suelo limpio debido a la ausencia de luz, ese bosque que en otros tiempos consideraron encantado y que ahora dejábamos atrás, para acercarnos al gran salto y después retomarlo por otro camino diferente.


A medida que nos íbamos acercando, cada vez se nos hacía más presente e íbamos retratando esa cascada cuyo sonido ya nos acompañaba a cada paso. La naturaleza a nuestro alrededor era magnífica, casi brutal en algunos aspectos y el paisaje digno de ser retenido en la retina, pero también en nuestras cámaras.


En cada momento aparecían notas diferentes, algunas de gran colorido como este rosal silvestre en el que aún aguantaban algunas hojas, con un color aún intermedio entre el verde y el amarillo ya intenso en otras zonas y con el rojo intenso al fondo de sus frutos, los escaramujos o tapaculos.


Nuestras cámaras enloquecían, todo nos llamaba la atención pero sin duda el agua, ese magnífico elemento que siempre nos llama en cualquiera de sus formas y que permanentemente "asemeyamos" como dice el amigo y fotógrafo Juanjo Arrojo. Hasta tal punto andábamos enloquecidos disfrutando del paisaje que sin darnos cuenta dejamos atrás el camino que habría de llevarnos hasta el destino de nuestra caminata.


La culpa sin duda, de la belleza de este arroyo, que nos llamó más la atención que el camino de habíamos de coger. Cruzamos el arroyo del Tabayón por encima de las piedras, para ir ascendiendo por su margen izquierda desconociendo que andábamos desencaminados. De ello nos dimos cuenta caminados varios minutos y viendo que empezábamos a coger cierta altura sobre la cascada que empezaba a quedar más lejos de lo esperado.


No obstante cada vez estaba más cerca nuestro destino final, que ya vislumbrábamos entre los árboles más cercanos.


Dejarnos atrás el camino de ascenso a la Cascada supuso perdernos por otro pequeño bosquete, en este caso bosque mixto, de gran belleza también en el que cada piedra estaba cubierta por el verde del musgo, un sendero por el que habremos de transitar otro día hacia las altas cumbres del Remelende y zonas cercanas.


Cuando por fin nos dimos cuenta que el camino por el que íbamos era erróneo decidimos intentar atajar a través de un Brezal con una altura que superaba con creces mi estatura. Tras unos cuantos metros intentando colarnos a su través, sólo yo decidí seguir adelante, mientras el resto del grupo se daba la vuelta buscando el sendero correcto. Yo la tenía ahí delante, seguí cual Jabalí entre la maleza, colándome por los huecos dejados por los animales al atravesar esa densa vegetación.


El premio a semejante locura, fue poder disfrutar de momentos como el siguiente, en el que el arroyo procedente de la cascada se bifurca, se dispersa, dando lugar a pequeñas fuentes fuera del cauce prinicpal, llenas de vegetación, así como conseguir algunas fotografías para la web de aspra.


Una vez en el río, ya poco quedaba para llegar a la cascada. Tras un salto sobre el cauce ya casi estaba a sus pies. No había rastro aún de mis compañeros de excursión, ante mí había desaparecido ya el brezal y se abría un camino libre hacia la cascada, ya casi podía verla. Había llegado al Monumento Natural de la Cascada del Tabayón.


Continuará....

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