lunes, 9 de enero de 2012

Cazorla III

La cara opuesta de la Sierra no tenía demasiada nieve, ésta se había ido deshaciendo y cada no muchas curvas una pequeña cascada surgía de las vaguadas por entre el bosque, como la que vemos a continuación.


Tanta nieve, tanto agua por todas partes, y el aviso de nuestros acompañantes nos hacían ya esperar esta magnífica cascada que apareció en medio de la bajada.

El agua de estos ríos y arroyos es el lugar perfecto para los arces, concretamente para este Acer granatensis, con esta preciosa coloración otoñal entre amarillos, naranjas y rojizos, de una intensidad que hacía imposible no fijarse en él.


Y en un lugar tan impresionante y precioso, no podía faltar un área recreativa, pero en este caso no eran campistas, senderistas, ni domingueros los que ocupaban sus mesas sino que lo hacían un pequeño grupo de gamos Dama dama, que se alimentaban entre otras cosas de algunos restos dejados en las mesas por los humanos ocupantes que habían estado no mucho antes.


Pero por desgracia todo toca a su fin, y el fin nuestro fue el principio de otra cosa. Las aguas que bajaban desde diversos puntos pista arriba se unían aquí para dar comienzo en tierras andaluzas al río de Guadalquivir. Y aquí me podéis ver a mí, la mitad del equipo de la consultoría ambiental aspra, desplazado a Andalucía.


Aquí está el nacimiento del Guadalquivir. Hermosa tierra aquella, gracias a Vanesa y David por su hospitalidad, por acogernos tan bien, hacernos más agradable el trabajo y enseñarnos estas joyas de la naturaleza.


Fin de un día inolvidable.

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