martes, 21 de febrero de 2012

Cascadas de Oneta (2ª parte y final)

Antes de bajar a buscar las otras dos cascadas decidí acercarme un poco más a la primera para poder fotografiarla en un plano más corto, al hacerlo vi una Rana iberica o rana patilarga medio metida en el agua. Se trata de una especie endémica de la Península Ibérica que se distribuye principalmente por el área noroccidental. Con un dimorfismo sexual en el que las hembras son mayores que los machos, pudiendo doblarlos en peso, se trata de una especie de hábitos tanto terrestres como acuáticos, si bien se encuentra principalmente cerca de cauces de aguas frías y sombríos.


Vamos en un sitio como el de nuestra cascada. Necesita aguas limpias y aquí más o menos lo están. Quizás no son excesivos aún los vertidos que el pequeño pueblo de Oneta situado aguas arriba vierte al río. Al ir acercándome a la cascada el ruido producido por esta se iba volviendo cada vez más ensordecedor, la humedad lo cubría todo, la caída desde esa altura hace que se forme una bruma constante que se levanta mojando todo el entorno. 


Y claro está, en un paraje así no pude resistir la tentación de hacerme una foto en la que se viera la cascada de fondo, así que bien colocada la cámara en su trípode enfoqué al arbolito al que me agarro, disparador a 10 segundos y a correr, el resultado no es demasiado bueno ya que la exposición es un poco larga y debí de moverme algo pero bueno ahí está parte del equipo de Aspra, con la primera cascada de Oneta de fondo.


Alguien podría preguntarse que porqué la ruta se llama de las cascadas y los molinos de Oneta, pues bien aquí tenéis uno de esos molinos, de acuerdo que hay que fijarse bien porque con lo bonito que se muestra el río lo que menos se fija uno es en esa especie de pequeña cabaña que se ve a la izquierda.


Los molinos son casi como fantasmas del pasado, por eso decidí hacer esta foto, un tanto fantasmagórica, en la que un ente del pasado ya casi desaparecido (los pastores y agricultores de los minifundios asturianos) cultivaban la tierra y molían maíz y escanda para hacer el pan. Quizás otro día dedique más tiempo a los molinos, hoy sólo deciros que en 1850 había tramos de ríos que tenían un molino cada 500 metros. Esto nos indica la importancia del grano en la alimentación de la época.



Una vez fotografiados los fantasmas del pasado decidí hacer caso omiso del cartel que recomendaba no bajar a las otras cascadas, aunque sí que hice caso a lo de extremar las precauciones al bajar pues la pendiente si bien no es nada del otro mundo puede ser bastante fuerte para alguien no acostumbrado a caminar por estos lugares. Apenas 10 minutos más ya podía oír de fondo el rugido de la segunda cascada, que en esta foto se intuye al final.


Más pequeña que la primera, pero igual de bonita, en un lugar más pequeño también, más escondido, al que daba la impresión que ese día no había llegado nadie, accedí hasta el centro del río casi para fotografiarla más de frente, casi saltando de piedra en piedra, esto si que es algo poco recomendable puesto que como en la anterior las piedras por la lluvia del día y la bruma producida por la caída del agua se encontraban todas mojadas. Sin duda estaba disfrutando de la petición que me había hecho el rincón del bosque y de la que tanto tiempo hacía que yo tenía ganas.


Sólo me quedaba una cascada, así que retomé el camino un poco hacia arriba y después seguí la senda principal aguas abajo nuevamente. Al cabo de un rato un paso un poco malo bajando por unas piedras resbaladizas me llevaron hasta el mismo cauce del río y por allí pude sortear una zona en la que el camino estaba cortado, tras retomarlo de nuevo seguí cauce abajo sorprendiendo a dos corzos Capreolus capreolus, que me sorprendieron a su vez a mí y me fue imposible fotografiar pero que guardo en mi retina. Apenas 200 metros más abajo el camino se acababa en medio del río sin posibilidad de cruzar por ningún lado. Tras buscar en la zona tuve que darme la vuelta decepcionado por no haber podido llegar a la tercera cascada.


De vuelta hacia arriba vi una roca casi en el río en la que no me había fijado de la que bajaba y que estaba repleta de narcisos, los primeros que veía este año. No se que tienen los narcisos pero son unas flores que siempre me atraen supongo que en parte será su belleza, su delicadeza y en parte también lo efímeras que son pues apenas duran un par de semanas y desaparecen.

Tocaba el regreso, pero no el fin de las emociones, en el punto en el que la bajada era un poco más arriesgada un paso largo hacia una roca inclinada nos puso a prueba a mí y a mis pantalones y ninguno de los dos la pasamos, yo porque como casi siempre antepongo la seguridad del equipo fotográfico a la mía y cuando la bota empapada por el cauce pisó la roca inclinada y aumentó el peso sobre ella comenzó a resbalar irremediablemente, y mi viejo y gastado pantalón Quechua de Decathlon, cansado ya por los años de servicio y por un paso excesivamente largo, se descosió en salva sea la parte. Resultado: mi paraguas que nunca suelo llevar al monte (ahora se porqué) y yo acabamos en el río metidos, por suerte el agua no se coló dentro de mis botas, y el equipo fotográfico salvado sin un rasguño, pena que no pueda decir lo mismo de mí, al rasparme piedra abajo.


Al llegar nuevamente a Oneta dejé el equipo en el coche y me dirigí al bar del pueblo, era hora de reponer fuerzas y charlar con los parroquianos. Éstos me dijeron que el acceso a la tercera cascada por ahí que había desaparecido años atrás, que desde arriba era ya imposible y que quizás pero no lo sabían fijo se pudiera acceder desde la parte de abajo, así que como asignatura pendiente me queda volver para intentar buscar esa tercera cascada y también por ver las otras dos con el bosque en plenitud, con las hojas en todo su esplendor  de color allá por el mes de Junio.

lunes, 20 de febrero de 2012

Cascadas de Oneta

En Asturias, siempre está lloviendo, o al menos eso dicen los turistas y los meteorólogos fundamentalmente cuando se acercan días festivos, pero en realidad, ni es cierto que esté siempre lloviendo, ni es malo que la lluvia esté presente gran parte del año.

En la era del cambio climático, resulta chocante que nos quejemos de la lluvia, de la niebla, de nuestro querido orbayu, cuando en realidad, lo mejor sería aprender a disfrutar de él. Yo no se si mi querencia por el agua me viene de mi amor por el verde asturiano en el que es indispensable el agua, por el halo de misterio en el que te envuelve la borrina, o por los muchos trabajos realizados en el agua con la consultoría ambiental Aspra.


Así que siguiendo esos instintos de ir a buscar el agua y la petición que me había hecho El rincón del bosque de investigar esto como ruta, decidí que tenía que conocer la cascada de Oneta, de la que había oído hablar muchas veces y de la que había visto muchas fotos. Al mirar en la web del tiempo de Maldonado las condiciones para Villayón vi que daban agua pero aún así salí para allá con ganas de disfrutar del agua de la cascada y de uno de esos cielos plomizos asturianos con una lluvia fina pero constante, que realzara aún más los verdes de nuestros campos y bosques.


La ruta de las cascadas y los molinos de Oneta se encuentran en el concejo de Villayón en el Occidente Asturiano, al sur de Navia. Los suelos de carácter ácido dan relieves en los que los ríos han excavado profundas brechas en las que se han encajonado con el paso del tiempo. El paisaje confunde rocas con casas y casas con naturaleza, el verde nos rodea por casi todos lados incluso sobre las piedras y sólo lo interrumpe la senda que nos guía en dirección a las cascadas.


Digo cascadas porque una vez en Oneta descubrí que no había sólo una sino tres, apenas lleva uno 700 metros caminados cuando ya ve cómo el agua comienza a coger velocidad, encajonarse y dar pequeños saltos antes de la gran caída de agua de la primera cascada. La única pena, es la basura que se puede encontrar en el río y que decidí no fotografiar, ya que en esta ocasión prefería que vierais el río tal como debería de ser, y como deberíamos de intentar todos que se encuentre siempre.


Abandonando el borde del río y volviendo al camino poco más tardé en llegar a ver "desde el aire" la primera gran cascada. Una preciosa cola de agua precipitándose brutalmente sobre una poza situada algo más de 20 metros más abajo. Es la cascada de la Firbia y según dice la bibliografía la más espectacular de las tres y sin duda la más accesible.


Si uno es capaz de abstraerse de la cascada y no mirar para ella continuamente de la que baja puede descubrir la gran cantidad de ombligos de venus que tapizan el borde de los caminos y que junto con hiedra nos dan fotocomposiciones naturales como esta


O como esta otra


E incluso si nos detenemos y observamos más fijamente podemos ver que algunos de ellos sirven como refugio para pequeños animales que hacen dentro sus guaridas a base de finas sedas, un lugar magnífico para pasar desapercibidos.


Si alguna duda podíamos tener de que se trata de un lugar completamente natural, una cuadra abandonada nos lo recuerda en medio de la fuerte pendiente de bajada. Las hiedras y los helechos se la van comiendo convirtiéndola en un elemento casi mágico del paisaje, entre la gama de verdes intensificados por la lluvia, el negro de la teja de pizarra típica del occidente asturiano y la piedra propia de la zona. 


Pero sin duda quizás uno de los momentos más mágicos de la ruta es cuando llegas abajo, debajo justo de la cascada y ves el agua venir desde arriba, la bruma que levanta, el ruido ensordecedor, y la belleza de esa fuerza imparable, capaz de arrasar con todo o de calmarse hasta parecer completamente mansa, antes de volver a la carga. 


Allí abajo, en la soledad de este paraje se acuerda uno de la familia, de los compañeros de montaña que están lejos, de los amig@s con los que uno ha hablado de las rutas de montaña, de los ríos y las cascadas, de los amigos que ya no están, y de las excursiones que están por venir y los sitios que quedan por visitar.

Tras parar aquí un buen rato, enviar una foto por facebook a los amigos y whatsapp a la familia (porqué sí aquí llegaba mi 3G, increíble) tocaba seguir en busca de las otras dos cascadas, a pesar de que un cartelito recomendaba no hacerlo o extremar las precauciones.

Continuará...

jueves, 9 de febrero de 2012

Puerto Ventana, Paraíso blanco

A medida que la carretera iba subiendo y había quedado atrás San Martín de Teverga, el museo de la prehistoria y otros pueblos el verde iba desapareciendo y el blanco empezaba a dominarlo casi todo. Había entrado en un mundo de frío y nieve, en el que la supervivencia de las especies se ponía más difícil.


Casi el único atisbo de vida que se oía correr era el agua de algún que otro arroyo precipitándose ladera abajo, en busca del río Teverga al que unirse.


 El blanco sólo estaba excluído del cauce del río y de las cortezas más verticales de los árboles


 Éstos aparecen como gigantes entre la nieve impoluta, pulverulenta, sólo rota por las ramas al caer o algunos rastros de ir y venir de algunos animales, seguramente en busca de alimento con el que mantener el calor corporal en medio de tanto frío.



Los 4 ºC bajo cero  que marcaba el termómetro de mi Suunto durante el día eran cruciales para muchas especies tanto animales como vegetales, algunas de estas últimas protegidas bajo la nieve no bajan de 0ºC, lo que es una suerte con la dureza de las condiciones por encima de la nieve.


Aquí vemos el suelo completamente cubierto, la vegetación de pequeño porte guardada debajo de la nieve, refugiada de las temperaturas bajo cero del crudo invierno.


Y para los animales, sobre todo muchas aves un magnífico refugio es el interior de un acebo, como el que vemos a continuación. En su interior la temperatura puede ser de unos 4 o 5 ºC superior a la exterior, lo que para muchos animales podría ser la diferencia entre la vida y la muerte.


Sea como sea a pesar del frío la nieve nos retrotrae a los tiempos de infancia cuando esperábamos con ansiedad casi el momento en el que empezaba a nevar para salir a la calle a jugar con la nieve, a tirar bolas y hacer muñecos y en la naturaleza realza la belleza de los paisajes.



Aquí en Ventana, tuve que meterme en la nieve hasta la rodilla...


 Para poder fotografiar un paisaje como este, un momento único, eso sí con mis botas bien pertrechado con las mallas térmicas y el Gore tex que me había comprado en Forum Sport


¿Y qué me decís de esta cabaña en un lugar como este y con una nevada semejante? Quizás la única pena es no ser propietario de la cabaña y poder dormir con la hoguera encendida en un lugar así y despertarse viendo esto.


 También los micropaisajes tienen una belleza especial, aquí vemos cómo la nieve marca la distribución de las ramas de los árboles y este bosque blanco atrae la vista sin remedio


Pero el frío es también el fin de aquellos individuos que se encuentran en un estado físico flojo y encontrar alimento se puede convertir en algo indispensable. Las plantas cuyos frutos se mantienen en invierno como este Rosal silvestre son una fuente importantísima para conseguir la energía necesaria para conservar la temperatura corporal.


El problema es mayor cuanto más pequeño es el tamaño de los animales ya que mayor es su superficie corporal en comparación con el volumen y por ello mayor es la superficie de pérdida de calor. Aquí vemos a dos pequeños garrapinos que se afanaban en buscar semillas en el suelo y se posaban en estas ramas cuando acechaba algún peligro.


Sin lugar a dudas una zona mágnífica para mis amigos del rincón del bosque cuando la zona esté sin tanta nieve.

Y para aquellos que os haya gustado se admiten y agradecen comentarios jeje

Un abrazo a todos aquell@s que seguís cada una de mis entradas.


sábado, 4 de febrero de 2012

Puerto Ventana (Hielo y río)

Sabía que hoy tocaba un día en el que mis botas iban a tener que hacer bien su trabajo y los cordones ya estaban para el arrastre, así que me pasé ayer por Forum Sport y a falta de unos cordones adecuados para mis botas, me prepararon unos con cordino fino cuyo resultado como veis no desmerece al de unos cordones convencionales.


Ya preparado para ello decidí aprovechar la ola de frío siberiano y acercarme a la montaña asturiana para ver cuál había sido el resultado. Decidí escoger la zona de Teverga y el Puerto Ventana por los preciosos hayedos que tiene y sobre todo por los ríos en los que recordaba haber visto hielo en otras olas de frío anteriores. Se trata de una zona con muchos senderos perfectos algunos para mis amigos del rincón del bosque. Y no tardaron en aparecer los primeros témpanos de hielo.


Y colgado de la vegetación


Casi metiendo las hiedras Hedera helix en su interior.


o siguiendo como una escalera por toda la roca. Los había de todos los tamaños y también colores. Alguien pensará que los tempanos no tienen color son agua y por tanto transparentes, pero alguna había que.....


Pero no sólo el hielo se encontraba colgando de las rocas, también sobre la lámina de agua del río, tal como podemos ver justo delante de esta piedra que está en medio del cauce.


El frío es un elemento necesario, un elemento regenerador de la naturaleza. Se encarga de eliminar los individuos más débiles, de darles a las plantas las horas de frío necesarias, para su floración y fructuficación en la primavera y verano posteriores, y su efecto aparte de devastador en ocasiones no deja de ser precioso a veces como estas lágrimas de hielo que caen desde la roca justo hasta el borde del agua que corre entre las piedras.


Esas lágrimas formadas por las salpicaduras del río sobre las rocas, que se congelan al perder el moviento, se sitúan casi sobre cada piedra, y forman a veces auténticas caperuzas sobre ellas. 


 Y donde no llegan las salpicaduras por la altura de la roca, llegó la nieve que lo va cubriendo todo un poco más cuanto más voy subiendo, y mientras, el agua sigue corriendo cauce abajo.


Y como decía hay témpanos que sí tienen color, el que les dan los líquenes sobre los que  fue resbalando el agua antes de congelarse. 


Todo un espectáculo de agua, hielo, nieve y frío regenerador.
Siempre es un placer ir de ruta por Asturias. Continuará...

miércoles, 1 de febrero de 2012

Ascensión al Veleta (Sierra Nevada)

Doce de Noviembre de 2011, el día anterior había logrado engañar a David, el biólogo y técnico de la Junta de Andalucía para irnos a Sierra Nevada. Cuando llegamos a la estación de Esquí el espectáculo que había ante nuestros ojos era así de bello. Al final medio equipo de la Junta y medio equipo de Aspra, vamos David y yo nada más.


El camino que nos esperaba por delante prometía ser de piedra, nieve, y casi seguro que hielo, no llevábamos crampones ni piolet, ni rumbo fijo, decidimos ponerlo hacia el Veleta y hasta donde pudiéramos llegar.


Según íbamos subiendo comentábamos las características biológicas de un lugar así e incluso viendo algunas especies de insectos y arácnidos que vivían sobre el hielo. Especies endémicas de Sierra Nevada que me guardo para poneros en otra ocasión.


Arriba en lo alto a nuestra derecha el observatorio astronómico y las huellas de alguien que parecía haberse dirigido en aquella dirección


A nosotros, sin embargo, nos esperaban por delante las pistas de esquí de Sierra Nevada. Al ir hablando nos despistamos y dejamos atrás la desviación que nos llevaba al Veleta así que en lugar de dar la vuelta atrás, como dos valientes, o quizás como dos inconscientes decidimos cortar por lo sano y subir de frente por el borde de las pistas de esquí.


Poco a poco íbamos ganando en altura y en belleza del entorno que nos rodeaba, con el sol brillando sobre la nieve y el hielo y la gélida temperatura de entre 0 y 3 ºC que no nos abandonaba según mi Suunto, eso sí amenizado por un viento helado que bajaba la sensación térmica algunos grados más.


De hecho ese viento nos permitía disfrutar de un precioso espectáculo que si ampliais la foto de abajo y os fijáis bien se aprecia mejor, las ventiscas en las que la nieve polvo forma nubes de cristales gélidos sobre la superficie, moviéndose como si sonara un vals.


Poco a poco el Observatorio que antes veímos a lo lejos bastante encima de nosotros, iba quedando más abajo y más guapo.


Y más o menos de esta guisa íbamos, poca piel dejábamos a la vista sindo difícil en ocasiones, el poder oírnos. Aquí David en un descanso.


Por encima de los 3100 metros las condiciones del suelo comenzaron a empeorar por la ruta que habíamos escogido al menos, la nieve tenía encima una dura costra de hielo, difícil de romper con las botas. La falta de crampones, nos hicieron llevarnos un susto en forma de resbalón. Era hora de parar a comer, descansar y pensar en el regreso. No merecía la pena jugarse el tipo sin crampones ni piolet, por 195 metros, ya habría mejores ocasiones para volver a la cumbre, quizás no en invierno o al menos con material en los pies y las manos para ello.



Además la bota que algún excursionista había dejado boca abajo seguro que nos estaba indicando que mejor dejarlo para otra vez, que ese día era hora de colgar las botas. Así que muy a nuestro pesar, así lo hicimos y volvimos de nuevo a la estación y a la cafetería del albergue universitario donde una reparadora clara con su tapita nos esperaba.


Ese día el resto del equipo nos esperaba abajo, y tenemos que darle las gracias a Vanesa por la suculenta cena con la que nos obsequió y que terminó de reparar nuestras mermadas fuerzas y cansados cuerpos.

Y muchas gracias también a David, por dejarte engañar ese día y acompañarme en esa preciosa excursión, por compartir conmigo tus extensos conocimientos sobre la flora y la fauna andaluzas en general y las de Sierra Nevada en Particular, viendo las fotos me acuerdo del magnífico día y casi se me olvidan las penurias de nuestras manos durante la bajada. 
Un Abrazo amigo.