jueves, 19 de enero de 2012

Ruta a la Cascada del Tabayón (III y Final)

Tras bastante tiempo de espera por fin veía casi al lado la Cascada, apenas me quedaban 200 metros para llegar a ella y poder disfrutar de la última parte de ese precioso salto. ¿Porqué nos atraen tanto las cascadas y los ríos? Difícil contestar a esa pregunta, pero sin lugar a dudas, siempre que llego a un río o una cascada, mi cámara salta de su bolsa, como si tuviera un resorte que la enfoque sola hacia el líquido elemento.



Será la pureza de este elemento en los lugares más salvajes, será la capacidad que tiene para tallar la tierra y  generar bellísimos parajes, será su carácter de elemento purificador, o la libertad con la que se mueve, o quien sabe si la capacidad que tiene para dar la vida a numerosos organismos o la capacidad que tiene para destruir y quitarla cuando se enfada y se desborda, quien sabe si será por la cantidad de vida que albergan los ríos, tanto en sus márgenes como bajo sus aguas.


La cuestión es que uno no puede quedarse impasible ante la belleza de un salto como este del Monumento Natural de la Cascada del Tabayón,  el agua ejerce de imán para mis ojos, mi cámara, y supongo que algunos de quienes llegaban a ver la cascada pensaría que aquel que estaba allí abajo tirado en el suelo con los pies en el camino y la cabeza y la cámara casi metidas en el agua, no podía estar muy cuerdo, pero pensaba en el resultado de arriba para poder mostraros. Allí plantado frente a aquella cascada no podía dejar de admirar la fuerza con la que el agua se precipitaba desde lo alto, su caída, su libertad.


Pero como todo tiene su fin y no podíamos quedarnos allí eternamente, tras hacernos las fotos de rigor de todo el grupo con las cascada de fondo, tocó despedirse de nuestro objetivo y comenzar la vuelta que sería por otro lado. Casi al pie de la Cascada en el suelo, medio perdido entre el resto de vegetación me llamó la atención esta saxífraga, tan discreta, tan escondida pero tan bonita, el brillo, la disposición de esas hojas preparadas para captar y acumular el agua, vamos que no me podía pasar desapercibida.


Pero si se trataba de llamar la atención desde luego la saxifraga no podría competir jamás con este musgo de intenso color rojizo y con una textura sedosa y suave, casi aterciopelada, contrastada con los tallos de arandanera negra tan verdes, a los que protege y que surgen de su interior. Casi a cada paso nuestros ojos se detenían en algo que llamaba nuestra atención más si cabe que lo anterior o al menos de una manera tan diferente que no podiamos hacer otra cosa que pararnos.


Y así seguimos hasta la hora de comer, y para ello nada mejor que unas simples piedras, planas por arriba casi perfectas para sentarse a comer y colocar en ellas el mantelito y la comida, si bien es verdad que no hacía falta mucho mantel, pues qué mejor que este diseño realizado por la madre naturaleza tras décadas de lento tejido a base de algas y hongos anclados sobre un lienzo de roca silícea, que daban como resultado este liquen verdoso.


 A lo largo de la ruta, se confunden en muchas ocasiones los líquenes con los musgos, se entremezclan, comparten espacio y en su menudez cuesta trabajo verlos salvo que uno se mantenga alerta a su aparición. Las copas de las cladonias, saliendo entre los musgos parecen una invitación a bebernos la naturaleza en sorbos minúsculos pues es algo tan grande que a grandes sorbos podría empacharnos.


Con las condiciones de calidad del aire existentes en estos bosques los líquenes se encuentran en cualquier lado y de todas las maneras posibles, grandes y pequeños, filamentosos, foliosos, pulverulentos, más o menos evolucionados. Sean como sean son buenos indicadores de las condiciones ambientales, la calidad del aire o la calidad de los bosques y en ocasiones son más interesante que el resto de lo que nos rodea a pesar de ser tan imperceptibles algunos como las cladonias. Eso sí algunos son tan bonitos como estas peltígeras, sobre todo si nos acercamos a verlos por debajo. Las horas dedicadas con Aspra a buscar Lobaria virens entre otros líquenes hacen que haya aprendido con el tiempo a apreciarlos más.


En estas fechas no habíamos podido disfrutar todavía de un buen acebo en todo su esplendor y en el camino de vuelta no se hizo esperar demasidado, un precioso ejemplar femenino, cargado de frutos, contrastando el precioso rojizo sobre el oscuro verde. Lo que para nosotros era un goce para la vista para los pájaros sería sin duda un festín de navidad. Una manera de resistir al duro frío invernal.


La tarde iba avanzando y sobre un tronco cubierto de musgo nos encontramos lo uqe podría parecer un grupo de huevos en un nido, sin embargo, no era tal sino setas, semejantes a pedos de lobo, de textura un poco rugosa y con el interior intensamente amarillo, era la penúltima sorpresa del día, una buena manera de ir acabando otra ruta por Asturias.


 La última sorpresa, nos devolvió a la infancia, a los tiempos en los que no importaba que las calles de las ciudades tuvieran en otoño e invierno grandes mantos de hojas que crujían bajo nuestros pies al caminar y al ser levantadas por los mismos. Ese manto de hojas en el que el pie se entierra hasta el tobillo. Ese manto de hojas que a pesar de parecer completamente marrón, tiene toda una gama de colores que mirados al detalle forman un mosaico maravilloso de formas y colores. Un manto de hojas que espero que los próximos excursionistas del rincón del bosque disfruten tanto como yo.



lunes, 16 de enero de 2012

Ruta de la Cascada del Tabayón (II)

Después del descanso y el avituallamiento seguimos caminando por el interior del bosque, un lugar magnífico de buena extensión en el que los árboles pugnan derechos en su mayor parte por llegar a la luz, si bien en ocasiones sus troncos se retuercen, se entrelazan, se unen en un abrazo permanente, quien sabe si fraternal o enamorado.


Lo que realmente nos enamoró, después del paseo por el bosque cerrado, fue la lejana vista a través de los árboles de la tan ansiada cascada, que ya se intúa de fondo. Ciento cincuenta metros de caída libre del agua, que baja desdes las inmediaciones del picu del Remelende. En esa inmesidad de paraje, con la montaña rodeándonos, el gran valle que se abría ante nosotros y la ansiada Cascada del Tabayón de fondo, nos sentíamos realmente pequeños. Sin lugar a dudas un sitio para que los clientes del Rincón del bosque se sientan maravillados cuando les llevemos por allí.


Más si cabe al ver ejemplares como este, uno de los últimos de esa zona del bosque que nos despedía del mismo dejándonos ir hacia el salto de agua. Un haya de bella factura en medio de este mágico bosque, de suelo limpio debido a la ausencia de luz, ese bosque que en otros tiempos consideraron encantado y que ahora dejábamos atrás, para acercarnos al gran salto y después retomarlo por otro camino diferente.


A medida que nos íbamos acercando, cada vez se nos hacía más presente e íbamos retratando esa cascada cuyo sonido ya nos acompañaba a cada paso. La naturaleza a nuestro alrededor era magnífica, casi brutal en algunos aspectos y el paisaje digno de ser retenido en la retina, pero también en nuestras cámaras.


En cada momento aparecían notas diferentes, algunas de gran colorido como este rosal silvestre en el que aún aguantaban algunas hojas, con un color aún intermedio entre el verde y el amarillo ya intenso en otras zonas y con el rojo intenso al fondo de sus frutos, los escaramujos o tapaculos.


Nuestras cámaras enloquecían, todo nos llamaba la atención pero sin duda el agua, ese magnífico elemento que siempre nos llama en cualquiera de sus formas y que permanentemente "asemeyamos" como dice el amigo y fotógrafo Juanjo Arrojo. Hasta tal punto andábamos enloquecidos disfrutando del paisaje que sin darnos cuenta dejamos atrás el camino que habría de llevarnos hasta el destino de nuestra caminata.


La culpa sin duda, de la belleza de este arroyo, que nos llamó más la atención que el camino de habíamos de coger. Cruzamos el arroyo del Tabayón por encima de las piedras, para ir ascendiendo por su margen izquierda desconociendo que andábamos desencaminados. De ello nos dimos cuenta caminados varios minutos y viendo que empezábamos a coger cierta altura sobre la cascada que empezaba a quedar más lejos de lo esperado.


No obstante cada vez estaba más cerca nuestro destino final, que ya vislumbrábamos entre los árboles más cercanos.


Dejarnos atrás el camino de ascenso a la Cascada supuso perdernos por otro pequeño bosquete, en este caso bosque mixto, de gran belleza también en el que cada piedra estaba cubierta por el verde del musgo, un sendero por el que habremos de transitar otro día hacia las altas cumbres del Remelende y zonas cercanas.


Cuando por fin nos dimos cuenta que el camino por el que íbamos era erróneo decidimos intentar atajar a través de un Brezal con una altura que superaba con creces mi estatura. Tras unos cuantos metros intentando colarnos a su través, sólo yo decidí seguir adelante, mientras el resto del grupo se daba la vuelta buscando el sendero correcto. Yo la tenía ahí delante, seguí cual Jabalí entre la maleza, colándome por los huecos dejados por los animales al atravesar esa densa vegetación.


El premio a semejante locura, fue poder disfrutar de momentos como el siguiente, en el que el arroyo procedente de la cascada se bifurca, se dispersa, dando lugar a pequeñas fuentes fuera del cauce prinicpal, llenas de vegetación, así como conseguir algunas fotografías para la web de aspra.


Una vez en el río, ya poco quedaba para llegar a la cascada. Tras un salto sobre el cauce ya casi estaba a sus pies. No había rastro aún de mis compañeros de excursión, ante mí había desaparecido ya el brezal y se abría un camino libre hacia la cascada, ya casi podía verla. Había llegado al Monumento Natural de la Cascada del Tabayón.


Continuará....

miércoles, 11 de enero de 2012

Cascada del Tabayón I

Mucho había oído hablar de la cascada del Tabayón, en el Parque Natural de Redes, dentro del Concejo de Caso. Así que no hace mucho cargamos la mochila a la espalda y decidimos iniciar la ruta que parte desde el Pueblo de Tarna en dirección a este Monumento Natural Asturiano, preparando así la ruta  guiada con El Rincón del Bosque. El camino comienza por una pista hormigonada, pero el otoño se había encargado de taparlo de manera que apenas si veíamos un manto marrón bajo nuestros pies.

Comenzando a caminar desde Tarna

 Apenas comenzábamos a caminar cuando ya se intuía parte de lo que nos podíamos encontrar, hayas, bosque, humedad, musgo, pero no se mostraba aún toda la belleza que veríamos después.

Hojas de Haya secas

No tardó mucho en aparecer la principal característica de la Reserva de la Biosfera de Redes, el agua. En este Parque Natural el agua corre por doquier, y junto a él no es raro encontrarnos con rosales silvestres, arbusto típico en los bosques de ribera, que se encuentran en estas fechas de otoño - invierno casi ya sin hojas y con los frutos aún rojos en sus ramas, dando colorido a la fría mañana que había amanecido.

Escaramujo o tapaculos, fruto del rosal silvestre

y claro además de los rosales, pegado al agua, el musgo. De todos los colores como veremos y formas. Una gran variedad de especies diferentes de musgos que tapizan piedras, troncos y tierra creando un precioso manto de colores, de considerable espesor en muchas ocasiones.

Musgo al lado de un arrroyo

 La pista hormigonada que aún seguía se veía sólo interrumpida por algún arroyo que cruzamos por rústicos puentes de madera, como los que diseña y proyecta la consultoría ambiental aspra, que le dan aún más encanto, si cabe, a esta magnífica ruta.

Uno de los puentes de madera que hay que pasar

Desde luego es un lugar para no perder detalle llevando todos los sentidos bien despiertos y preparados para disfrutar en el suelo, en el aire o en los árboles como estas setas que crecían en el tronco de un haya, o una faya como se dice en Asturiano.La variedad de hongos que podemos ver en este bosque es enorme debido a la humedad y a la cantidad de materia en descomposición que hay en el mismo.

Hongos en la corteza de un árbol

A lo largo del recorrido pudimos disfrutar de todo tipo de formas tanto por los disntintos grupos taxonómicos que veíamos, como las caprichosas formas de algunos árboles, tal como el de esta foto con un puente debajo suyo creado de manera totalmente natural, con forma de arco.

Muchos son los troncos retorcidos y con formas curiosas en esta ruta

Fijándonos bien en los detalles observamos incluso las telas de araña pegados a estas setas que se encuentran húmedas y gelatinosas en la fría mañana invernal.  Estas setas son la parte reproductora de hongos de la madera, sus hifas (el cuerpo del hongo) recorren la madera ya medio muerta, putrefacta del árbol viejo, aún en pie, pero ya en su declive. Estos hongos se encargan de ir reciclando la madera y cerrando el ciclo del bosque. Las setas, la parte visible se encargarán de la reproducción repartiendo las esporas y al mismo tiempo nos alegran la vista.

Hongos con restos de telas de araña por debajo

Caminando un poco más vemos que no es del todo cierto aquello de que no se le pueden poner puertas al campo. Aquí nos queda una, de una antigua cabaña ya venida abajo y de la que no nos queda más que la puerta, una puerta puesta en el campo más que a él. 

La puerta de una antigua cabaña, ya derruída

Dejamos atrás la puerta, y seguimos caminando, perdidos en la inmensidad de un bosque que nos parece mágico, donde las hayas pugnan entre ellas por un trocito de luz, estirando sus troncos, corriendo hacia la luz y dándonos la idea de ser auténticos enanos en la inmensidad de una naturaleza que si no nos fijamos nos parece monótona y homogénea, pero que apenas prestamos un poco de atención nos va descubriendo nuevas cosas, nuevas sorpresas.

Caminando en la inmensidad del bosque

Y así seguimos hasta encontrarnos con una pequeña fuente a la izquierda de nuestro camino. Desconocemos la potabilidad de estas aguas, así que nos detenemos a descansar, tomar un tentenpié, beber de nuestras cantimploras para retomar después la marcha en dirección a cascada del Tabayón, Monumento Natural del Parque Natural de Redes.

Fuente a la derecha de nuestro camino

Continuará....

lunes, 9 de enero de 2012

Cazorla III

La cara opuesta de la Sierra no tenía demasiada nieve, ésta se había ido deshaciendo y cada no muchas curvas una pequeña cascada surgía de las vaguadas por entre el bosque, como la que vemos a continuación.


Tanta nieve, tanto agua por todas partes, y el aviso de nuestros acompañantes nos hacían ya esperar esta magnífica cascada que apareció en medio de la bajada.

El agua de estos ríos y arroyos es el lugar perfecto para los arces, concretamente para este Acer granatensis, con esta preciosa coloración otoñal entre amarillos, naranjas y rojizos, de una intensidad que hacía imposible no fijarse en él.


Y en un lugar tan impresionante y precioso, no podía faltar un área recreativa, pero en este caso no eran campistas, senderistas, ni domingueros los que ocupaban sus mesas sino que lo hacían un pequeño grupo de gamos Dama dama, que se alimentaban entre otras cosas de algunos restos dejados en las mesas por los humanos ocupantes que habían estado no mucho antes.


Pero por desgracia todo toca a su fin, y el fin nuestro fue el principio de otra cosa. Las aguas que bajaban desde diversos puntos pista arriba se unían aquí para dar comienzo en tierras andaluzas al río de Guadalquivir. Y aquí me podéis ver a mí, la mitad del equipo de la consultoría ambiental aspra, desplazado a Andalucía.


Aquí está el nacimiento del Guadalquivir. Hermosa tierra aquella, gracias a Vanesa y David por su hospitalidad, por acogernos tan bien, hacernos más agradable el trabajo y enseñarnos estas joyas de la naturaleza.


Fin de un día inolvidable.

miércoles, 4 de enero de 2012

Cazorla II

... Una planta que podemos ver en Cazorla con frecuencia es el enebro fácil de identificar con sus características hojas pinchudas con dos líneas blanquecinas por el envés y sus frutos esféricos verdes cuando son inmaduros y negros cuando maduran, con los que se aromatiza la Ginebra.


Otra planta que en esta ocasión vemos pugnando por salir entre las peñas es el Terebinto Pistacia terebinthus, de gran importancia para las aves y algunos pequeños mamíferos que se alimentan de sus bayas. 



Pero sin duda lo que ocupa todo el paisaje, orlando el camino y subiendo por las laderas son los pinos, que vemos a donde quiera que miremos aquí arriba.


Por encima de los pinos, en lo alto de la colina divisábamos con nuestros prismáticos y el telescopio terrestre varios ejemplares de cabra montés así como varios ejemplares de buitre leonado, entrar y salir de las paredes verticales cortadas en la caliza.



Pero las condiciones comenzaron a cambiar, el cielo a oscurecerse por momentos y parecía que el cielo no quería mostrar más azul. De todas maneras mirásemos a donde mirásemos el equipo de Aspra, estábamos maravillados por aquel paisaje que David y Vanesa no habían llevado a ver.



Y poco más arriba no tardamos en encontrarnos con la nieve que días atrás había caído. La mezcla de sol, nubes, verde de los pinos y nieve hacía un precioso contraste acentuado más si cabe por las pinceladas de colores  otoñales que algunas caducifolias daban a la ladera de enfrente.




No tardó nuestro camino en cerrarse un poco más tanto por los árboles como por la nieve. Tan sólo unas rodadas de algunos coches que habían pasado por allí antes que nosotros, nos indicaban que el paso se mantenía abierto. 



Y siguiendo las rodadas, llegamos a la zona más alta de la ruta, en ella con una zona más abierta, en plan explanada, algunas charcas se habían congelado y se mantenían en parte tapadas por la nieve, por aquel manto blanco que lo cubría todo, al menos en nuestro entorno más cercano. 



Ahora tocaba comenzar a bajar por el lado contrario y empezar a ver nuevos tesoros de la Sierra de Cazorla...